Breve historia de tu vida

Sentía la necesidad de escribir sobre el ciclo natural de todo en la vida, sobre la impermanencia y el cambio. Volví a un libro que refleja con una comprensión exquisita lo que es este evento: “Un nuevo mundo ahora” de Eckhart Tolle. Y me encontré con un capítulo muy breve que resume perfectamente esta historia.  Y es lo que quiero compartir hoy contigo:

La manifestación del mundo, así como su retorno a lo no manifestado -su expansión y contracción-, son dos movimientos universales que podríamos llamar la salida al exterior y la vuelta a casa. Estos dos movimientos se reflejan por todo el universo de muchas maneras, como la incesante contracción y expansión de tu corazón y la inhalación y exhalación de tu respiración. También se refleja en los ciclos de sueño y vigilia. Cada noche, sin tú saberlo, regresas a la Fuente no manifestada de toda la vida cuando entras en estado de sueño profundo sin ensoñaciones y después vuelves a emerger por la mañana, reaprovisionado.

Estos dos movimientos, la salida y el retorno, se reflejan también en los ciclos de la vida de cada persona. Saliendo de la nada, como si dijéramos, “tú” apareces de pronto en este mundo. Al nacimiento le sigue la expansión. No solo hay crecimiento físico, sino que también creces en conocimiento, actividades, posesiones, experiencias. Tu esfera de influencia se expande y la vida se va haciendo cada vez más compleja. En esta época, lo que más te interesa es encontrar y perseguir tu propósito exterior. Por lo general, hay también un crecimiento paralelo del ego, que es la identificación con todas las cosas mencionadas, y de ese modo tu identidad-forma se va definiendo cada vez más. Esta es también la época en que el propósito exterior -crecer- tiende a ser usurpado por el ego, que, a diferencia de la naturaleza, no sabe cuándo parar en su afán de expansión y tiene un apetito voraz de más.

Y entonces, cuando creías que habías triunfado o que habías encontrado tu sitio, comienza el movimiento de retorno. Puede que empiecen a morir personas próximas a ti, personas que formaban parte de tu mundo. Tu forma física se debilita; tu esfera de influencia se encoge. En lugar de hacerte más, te vas haciendo menos, y el ego reacciona a esto cada vez con más angustia o depresión. Tu mundo está empezando a contraerse, y puede que descubras que ya no lo controlas. En lugar de actuar sobre la vida, la vida actúa sobre ti, reduciendo poco a poco tu mundo. La conciencia que se identificaba con la forma está ahora experimentando el crepúsculo, la disolución de la forma. Y un buen día, tú también desapareces. TU butaca sigue estando ahí. Pero en lugar de estar tú sentado en ella, hay un espacio vacío. Has vuelto al sitio de donde viniste hace tan solo unos pocos años.

La vida de cada persona -en realidad, la de todas las formas de vida- representa un mundo, una manera única en la el universo se experimenta así mismo. Y cuando tu forma se disuelve, un mundo termina. Uno de los incontables mundos.

Eckhart Tolle, “Un nuevo mundo ahora”.

Todo está en constante movimiento. Es una realidad que se impone a nuestras ideas particulares de cómo debe ser la vida. Resistirnos a ese movimiento por temor al dolor que podamos experimentar; negarnos a aceptar la realidad de la vida; anclarnos al pasado, repasando una y mil veces las posibles soluciones sobre un evento que nos hirió, es distanciarnos de la vida y acercarnos a lo inerte. Lo inerte no se mueve, la vida sí.

El tiempo que nuestra mente necesita para integrar y aceptar un evento doloroso, se llama duelo. Atenderlo, acompañándonos amorosamente en nuestros sentimientos de rabia, tristeza, añoranza y, finalmente agradecimiento e integración, es la mejor forma de aliarnos con nosotros mismos y con la vida que habitamos.

El dolor en cualquiera de sus formas -físico, mental y emocional- es inevitable. El sufrimiento es una elección que hacemos, cuando por miedo a experimentar el dolor, decidimos evitarlo. Hacernos amigos de ese dolor que estamos experimentando, es darnos cuenta de que está en nuestro momento presente, que nuestro cuerpo lo puede soportar y que, por muy intenso que nos resulte, también pasará. Así volvemos a integrarnos con los ritmos naturales de la vida.